Veracruz podría forjarse como un país: en su territorio concursan el tipo y la cantidad de características geográficas, históricas y culturales que podrían constituirse en su conjunto como una entidad política particular capaz de erigirse, si fuera el caso, como un Estado soberano. Comprenderlo no es trivial: sus virtudes inherentes encierran un gran potencial.
Pero, ¿qué es del potencial que se desperdicia?, ¿qué es del potencial que, explotado vilmente, corroe las entrañas de un Estado? Surge entonces una dinámica de circunstancias, con causas y efectos de diversa índole material e inmaterial, donde su naturaleza se torna baja, despreciable, pobre, perversa, indigna, torpe e infame con consecuencias imprevisibles. Empero, desperdiciar el potencial, así como explotarlo de forma irracional e inadmisible depende de las actividades de aquellos quienes ven por los asuntos públicos; tiene que ver con el arte de gobernar: se trata, casi con seguridad, de una cuestión política.
Hannah Arendt decía: “Nadie puede ser feliz sin participar en la felicidad pública, nadie puede ser libre sin la experiencia de la libertad pública, y nadie, finalmente, puede ser feliz o libre sin implicarse y formar parte del poder político.” El Veracruz de hoy es el resultado de la incapacidad política de algunos gobiernos, así como de un pueblo rendido a sus mandatos. Cambiar el estado permanente de decadencia significa, invariablemente, implicarse y formar parte del poder político.
Es difícil establecer con precisión, por otro lado, el momento en el que el declive se hizo cierto y evidente; es decir, la experiencia de una situación en la que dejó de importar la educación, el estatus social, la preferencia política, el género o la edad para hacerse incuestionable. Sin embargo, es posible que ese momento irrebatible de descomposición hubiera comenzado hace 14 años.
Veracruz había sido gobernado por un partido hegemónico hasta el siglo XXI, el PRI. Fue hasta el año 2016 que Veracruz enfrenta, pese a todo pronóstico y luego de una cruenta guerra propagandística, la experiencia de la primera alternancia en el gobierno estatal con el triunfo de la controvertida alianza PAN-PRD, en donde el partido dominante era el PAN.
¿Qué implicaba, no obstante, la alternancia?, ¿qué implica el cambio en cuestión política?, ¿cuánto cambio es suficiente?, ¿se trataba de derrotar al partido hegemónico o de buscar un cambio de ideología en pro de modificar los fundamentos de cierta noción de gobernar? Las principales motivaciones versaban en este tenor: a) derrotar al PRI sacándolo del poder o b) derrotarlo a través del cambio ideológico. ¿El PAN supone una ideología sustancialmente distinta de la del PRI?, ¿se derrota al PRI cuando se apuesta por el PAN?, o bien, ¿el PAN era la única alternativa plausible, de acuerdo con el contexto histórico, político y cultural, para aspirar a cierto nivel de cambio? Para un gran número de pobladores, el objetivo simple era sacar al PRI.
Es imposible, por otro lado, discutirlo sin algunos datos concretos. Por ello, se propone discutir 1) la incidencia delictiva; 2) la esperanza de vida; 3) la educación y 4) el desempleo. Sirvan éstos para el siguiente análisis bajo el supuesto de que sus implicaciones son de interés general.
De acuerdo con datos del Inegi (a mayo de 2018), en Veracruz (periodo 2010- 2016), la tasa de incidencia delictiva por cada cien mil habitantes (ID) fue, en el 2010, la más baja ubicándose en 19 mil 867 delitos y la máxima en 2013 con 28 mil 101. No obstante, para el año 2016, se redujo hasta 19 mil 892. Para efectos de comparación, en ese mismo año, la entidad con la ID más alta fue el estado de México, con una de 62 mil 751. Por su parte, la tasa de prevalencia delictiva por cada cien mil habitantes en ese mismo periodo (PD) tuvo su mínimo en el año 2010 con 16 mil 900 personas victimizadas y la más alta en el 2013 con 20 mil 246. Para el 2016, se observó una disminución que la ubicó en 16 mil 918. En ese mismo año, la PD más alta del país se reportó en el estado de México con 47 mil 648. Los datos muestran que tanto la ID como la PD se posicionaron como las tasas más bajas de todo el país, tras el primer año de alternancia en Veracruz.
Respecto a la esperanza de vida al nacer (EV), indicador importante que refleja la calidad de vida a la que en promedio aspiran sus habitantes, el Inegi registró la más baja en el 2010, la fijó en 73.3 años y se mantuvo sin variación considerable entre los años 2011 y 2014; empero, para el 2015 alcanzó los 74.1 años y, para el 2016, se registró la más alta de 74.2 años. Por otro lado, el porcentaje de la población en situación de pobreza se presentó así: en el 2012, 52.6%; en 2014, 58.0% y en 2016, 62.2%; lo que indica un aumento del 4.2% respecto al 2014, que es menor que en los años previos. Para el caso de la pobreza extrema, en 2012 fue de 14.3%; 2014, 17.2% y 2016, 16.4%. Es decir, 2016 muestra una mejoría mínima en este indicador.
En cuanto a la educación, elemento vital que define la capacidad política de un pueblo, Veracruz tuvo una esperanza de escolaridad por ciclo educativo de 13.5 años para los ciclos 2014-2015, 2015-2016 y 2016-2017; esto es, el indicador no mostró mejoría. Ello significa que, en el mejor de los casos, los jóvenes veracruzanos empezarían la universidad, pero no la terminarían. Sin embargo y para comparar, en el 2015, el grado promedio de escolaridad de la población de 15 años y más fue de sólo 8.2 años; es decir, en realidad, el grado máximo de escolaridad es de poco más de segundo año de secundaria. El desinterés por garantizar la educación del pueblo se mantiene incólume.
Finalmente, el desempleo. Según el Inegi, la tasa de desocupación o desempleo total por trimestre del año se comportó así: en el primer trimestre de 2016, aumentó respecto a su valor en el mismo periodo del 2015. Trimestres 1º y 2º del 2015, 3.49% y 3.61%, respectivamente. En el 2016, trimestres 1º y 2º, 3.72% y 3.61%. Sin embargo, el desempleo bajó para el tercer y cuarto semestre de 2016 en relación con 2015. Esto es, trimestres 3º y 4º de 2015, 3.72% y 4.10%, respectivamente; trimestres 3º y 4º de 2016, 3.47% y 3.48%, respectivamente. Las cifras indican que cuanto menor el porcentaje, menos desempleados hay. Como tendencia, se presenta una disminución del desempleo respecto del gobierno anterior y una estabilidad en los años 2016 y 2017 donde prácticamente se mantiene invariable.
Los datos anteriores otorgan apenas una pista respecto a lo que está sucediendo; aunado, es menester subrayar que no son datos actualizados hasta 2018. Pese a ello, funcionan en tanto que dan una visión de cambio. ¿Qué implicó la alternancia? Parece justo decir que, en términos generales y de acuerdo con los datos expuestos, un cambio positivo. El cambio aquí, no obstante, sólo puede entenderse en términos relativos y no de absolutos: no puede, pues, hablarse de un cambio suficiente. Por otro lado, un cambio que permita hablar de alternancia en términos claramente distinguibles sólo puede identificarse observando un cambio ideológico. Recordar el asunto de la educación: el hecho de que el gobierno no preste atención sustancial a la única herramienta que puede hacer que el pueblo se levante, crezca y se supere, está directa y proporcionalmente relacionado con los valores políticos de cierta noción de gobernar. Es, en ese sentido, que la verdadera alternancia política sólo puede medirse en términos de diferencia: ¿qué hace de esta posición política distinguible de la anterior? Hablar de alternancia, así, sólo puede hacerse a través del análisis objetivo de las formas distinguibles y netamente diferenciables que tienen entre sí los diversos partidos políticos para gobernar. Con lo anterior, Veracruz requiere decidir qué tipo de cambio necesita; si uno meramente relativo o uno de fondo que modifique la concepción de gobernar: de su capacidad de distinguir, así como de su concepción de suficiencia, dependerá el futuro.
Artículo que forma parte del libro “Veracruz, una alternancia fallida” coordinado por Tulio Moreno, Director de La Jornada Veracruz. Para ver el evento, haga clic aquí.
Fuente de la imagen: Klipartz