La periodista repasa los 10 principios elementales de la propaganda de guerra que Anne Morelli describió en su libro, “Principios elementales de la propaganda de guerra” (2001), en donde presenta los métodos que se emplean para motivar y justificar la disputa armada. La obra de Morelli retoma los estudios de Arthur Ponsonby respecto a cómo se desarrolló la propaganda de la Primera Guerra Mundial, sintentizándola en diez principios. Así, Afinogenova repasa uno a uno para mostrar cómo se supone que actúa la propaganda rusa y occidental para conseguir que los ciudadanos apoyen la conflagración en uno u otro bando.
En diversas ocasiones, Afinogenova se ha manifestado en contra de la propaganda, “la invasión rusa” y las acciones bélicas de occidente. Sin embargo, no deja de resultar llamativo el manejo simplista y olvidadizo que suele hacer de la situación cuando se trata de los hilos finos, como si menospreciara los antecedentes históricos y el contexto, poniendo, además, en el mismo sitio interpretativo tanto los actos de EE.UU., la OTAN y Ucrania como a los de Rusia. Si bien este no es una análisis a propósito de su posición personal, mucho menos de su proceder periodístico, vale como ejemplo para mirar el meollo del problema: el simplismo (o el simplismo convenenciero) en la interpretación de la guerra. Para ello, tómense como muestra los primeros dos mandamientos que presenta y cómo los expone:
“No queremos la guerra, sólo nos estamos defendiendo” (Primer mandamiento). A lo que ella dice, “Ningún ciudadano en su sano juicio apoyaría una guerra, por eso lo fundamental para ir a toda contienda es parecer un pacifista de corazón.” Acto seguido, presenta una fracción de un par de discursos de Putin en los que hace alusión a las circunstancias que los llevaron a emprender la operación militar especial en Ucrania como un acto de defensa: “El discurso que mantiene Putin, su administración y los medios públicos desde entonces es un ejemplo clarísimo de este principio. Los miles de soldados que tenemos en el territorio de otro país no hacen guerra, nos están protegiendo, a nosotros y a aquellos a los que les llueven misiles,” dice Inna satirizando.
“Nuestro adversario es el único culpable de la guerra” (Segundo mandamiento), a lo cual la periodista ironiza: “Hemos sido obligados a ir a la guerra. El bando contrario ha comenzado: tenemos que reaccionar, no tenemos otra opción. Cada una de las partes presentará el conflicto como algo absolutamente inevitable en donde toda la culpa recae en la parte contraria.”
Según la RAE, la propaganda es una “acción y efecto de dar a conocer algo con el fin de atraer adeptos o compradores”, empero, de esto no se sigue que el trasfondo sea necesariamente falso ni que el resultado sea el mero efecto de la propaganda como si los conflictos sociales tuvieran causas así de simples. Sin embargo, la exposición que Afinogenova realiza, como si estuviera dando cátedra de inteligencia (por los tonos con los que suele hacerlo), evidencia, más bien, el tratamiento superficial que le da a un tema tan complejo: la cuestión de fondo no es si existe o no la propaganda, que lo hace, sino si la guerra puede o no ser un acto necesario.
La época que atestiguamos parece exigir la reflexión sobrepasando el simplismo o el menosprecio de las vísceras de una cuestión tan complicada de comprender como la guerra, incluso a pesar del juicio social que reclama ir con el rebaño. Esta circunstancia es palpable cuando se observa lo que se dice del conflicto entre EE.UU., la OTAN, Ucrania y Rusia en la inmensa mayoría de los medios de comunicación hegemónicos que difunden y exigen la interpretación única con independencia de los hechos y de la libertad de pensamiento, aunque también se pueden contemplar otros fenómenos como, “o estás a favor de la guerra o estás en contra”. Parece que no pueden existir puntos medios por las emociones que suelen provocar tales conflictos. No obstante, un analista que se jacte de objetivo, está obligado a mitigar la emoción e imponer la razón incluso en los asuntos más tristes, desoladores y difíciles de interpretar como los que se derivan del combate armado. Este tipo de situación demanda apelar al pensamiento crítico que, cuando se usa, suele dar resultados más amplios, profundos y diversos que los exigidos por el razonamiento simplista, dicotómico o totalitarista. Por este motivo, la propuesta ahora es descender hasta los cimientos de los hechos para desvelar el quid de la cuestión.
El 5 de abril de 2022 vio la luz “Guerra necesaria”, un artículo en donde se planteó la discusión en torno a la pregunta, “¿Puede la guerra ser un acto necesario?” A pesar de la respuesta polémica que podría provocar un planteamiento de esta naturaleza, se presentó como un tópico que requiere ser rumiado con detenimiento, incluso a pesar de ir en contra de lo que es “políticamente correcto” (oponerse a la guerra en cualquier circunstancia). No obstante, hay que preguntar y preguntarse, ¿esta oposición podría implicar un acto criminal en sí mismo? Visto de otro modo, impedirle a un individuo, grupo de personas o culturas la autodefensa en el grado y proporción requeridos según las circunstancias para sobrevivir, ¿es justo o criminal?
En “Guerra necesaria” se discutió una de las frases de uno de los máximos pensadores hispanohablantes del siglo XX, el político, filósofo, escritor y poeta cubano, José Martí: “Es criminal quien promueve en un país la guerra que se le puede evitar; y quien deja de promover la guerra inevitable.” Lo trascendente de esta frase recae en sus entrañas: la guerra puede ser un acto indispensable e ineludible. Las palabras de Martí no están haciendo una apología de la guerra ni de la violencia, sino que apelan a la justicia desde la cruda realidad. Hay circunstancias en la que los seres humanos tienen que combatir por su autodeterminación y supervivencia cuando la intención es aniquilarlos, incluso a pesar del espanto y la tragedia que esto supone para todos los involucrados. Un ejemplo son los países que tienen en sus historias luchas de independencia y revolución que resultan en actos heroicos porque actuaron en pro de su supervivencia (¿cuántos de nosotros gozamos hoy de las libertades que nos dieron nuestros antepasados en sus batallas por la libertad, independencia o revolución?) y, a pesar de eso, son a la vez sucesos desgraciados que implicaron un inmenso sufrimiento. Sin embargo, la sociedad está plagada de casos en los que el mensaje es que, incluso cuando eres atacado, la autodefensa armada es criminal. Por ello, en el presente artículo se pretende mostrar la honda complejidad de esta materia. Como para entender lo más grande hay que observar lo más pequeño, véase con atención lo que sigue como primer paso:
En diciembre del año 2020, en la la ciudad de San Martín de los Andes, en el sudoeste de la provincia del Neuquén, Cordillera de los Andes, Argentina, tres artistas evitaron que un policía neuquino asesinara a chuchilladas a su exesposa en plena calle, acto que culminó con la muerte del agresor y graves heridas en los defensores, así como con una acusación por homicidio para estos últimos. Bárbara Vázquez, la mujer que estuvo a punto de morir a puñaladas por quien fuera su pareja, pero que libró la muerte porque se interpusieron los cuerpos de tres hombres desconocidos para protegerla, dijo: “Yo no tengo dudas, Dios los puso en mi camino. Son héroes. Me salvaron la vida”, quien mostró una seria preocupación por el destino de quienes, habiéndole salvado la vida, fueron acusados de homicidas (véase, Franco Roth, La Nación, 10 enero 2021). ¿Por qué los defensores de la mujer fueron colocados en la misma categoría que aquellos que asesinan por gusto, odio, poder, ambición, avaricia, abuso, venganza, ira, satisfacción, etc.,?
n octubre de 2014, Irán ejecutó a Rayhaneh Jabbari, una joven de 26 años que mató a su violador; incluso a pesar de que varias organizaciones internacionales de derechos humanos y la ONU se pronunciaron en contra, la familia del agresor se negó a perdonarla y la ejecución procedió, lo que desató fuertes debates sobre los derechos humanos en el país iraní, pues no fue un evento único ni aislado. (véase, Conapred) Esto quiere decir que muchas personas han sido condenadas a muerte y ejecutadas porque se defendieron en las proporciones que consideraron oportunas según las características y circunstancias de una vivencia determinada, lo cual es bastante arriesgado de juzgar: un hombre o una mujer que están siendo violados o apuñalados, logran atacar a su agresor para quitárselo de encima y lo matan, ¿cómo debe juzgarse este acto? O quizá la pregunta medular sea otra: ¿cómo se decide la autodefensa en la medida y proporción “justa” o “equilibrada” en el momento en el que se está desarrollando la agresión? ¿Quién conoce la respuesta correcta? Se trata de decisiones entre inconvenientes, porque si bien el resultado puede ser profundamente lamentable, también es cierto que podría ser necesario.
Otro caso es el de Roxana Ruiz Santiago, una mujer mexicana acusada de homicidio por matar a su violador y a quien le dieran una condena de 6 años de cárcel, así como una multa de 285.000 pesos mexicanos que debía pagar en compensación a la familia del hombre que la violó. Ruiz Santiago dijo: “Yo estuve a punto de morir. ¿Cómo es que después de abusar sexualmente de ti, te meten a la cárcel por defenderte y luego quieren que pagues una reparación de daños a la familia del tipo que te violó? Eso es injusto, es una barbaridad”. Paralelamente, los familiares del agresor protestaron al grito de, “No es una heroína, es una asesina”, entre otros. En una entrevista al diario Milenio, los familiares del violador argumentaron lo siguiente: “¿Cómo crees que alguien que se defiende cercena a sangre fría a su víctima, conserva el cuerpo todo el día y luego lo quiere tirar como si fuera cualquier cosa? (…). Eso, por donde lo quieran ver, no es legítima defensa” (véase, Marcos González Díaz, BBC News Mundo en México, 26 mayo 2023). ¿Qué implicaciones tiene una situación como esta?
Lo que parece es que el agredido tiene que cuidar y respetar a su agresor (además de controlar los niveles de adrenalina e intensidad emocional en un extraordinario momento crítico) aunque le cueste la vida o la integridad física, ¿esto tiene algún sentido de equilibrio mental o de justicia? Para los familiares del violador su asesinato no estaba justificado; para los defensores de la víctima, hizo lo correcto: el uso de la legítima defensa. Lo curioso es que el enfrentamiento entre las partes se parece mucho a lo que se observa a gran escala entre países. Por ejemplo, aunque sabemos que la intención de EE.UU., la OTAN y Ucrania ha sido desintegrar y destruir a Rusia, el que esta defienda su derecho a la autodeterminación y supervivencia le ha valido el título de “la gran agresora de los santos inocentes” (EE.UU., la OTAN y Ucrania son los santos), por decirlo así. Dicho con otras palabras: el que Rusia se defienda de una embestida sin precedentes, ha fortalecido la imagen maniquea de “la mala y peligrosa del cuento” de la que debemos temer y protegernos. Sin embargo, cuando se mira bien el mensaje de fondo, se descubre la vileza de lo que se está inculcando: aunque Rusia ha sido agredida de manera sistemática, una situación que además puede rastrearse por lo menos desde la Segunda Guerra Mundial, no tiene derecho a defenderse en las proporciones que considera adecuadas según las condiciones actuales y el peso de la historia.
Lo degenerado de estos acontecimientos es el mensaje constante que el sentido de “justicia” envía tanto a los sujetos individuales como a los países del mundo: aunque seas el objetivo de las armas y la violencia física de otros, no puedes defenderte si eso pone en riesgo la vida o integridad de tus agresores: más valiosos son los mártires en sus tumbas que siendo los defensores en la vida, ¿qué sentido tiene esto? Que los seres humanos capaces y dispuestos a defenderse son un serio obstáculo para la estabilidad del status quo. Los tres ejemplos arriba mencionados son apenas una pizca de las dimensiones de la problemática que permiten comprender parte del escenario actual: se considera a la autodefensa un acto criminal.
En “Guerra Necesaria” se subrayó lo siguiente:
“No se justifica tergiversar el concepto de guerra necesaria como tampoco los de paz y autodenfensa: [No obstante,] lo que los simplistas están defendiendo es que aunque seas agredido, torturen a los tuyos y no funcione la diplomacia [verbigracia los acuerdos de Minsk y de los cuales Angela Merkel ha confirmado que fueron una pantomima para darle tiempo a Ucrania de armarse y fortalecerse – y servir en los planes de occidente en contra de Rusia -; lo que, por si fuera poco, muestra a su vez que para Rusia la respuesta armada no fue el primer paso aunque ya estuvieran matando a los suyos en el Dombás], debes aceptarlo en nombre de la “paz”; pero, ¿para quién se está defendiendo esa paz realmente?, ¿para la víctima o para el victimario?”
Lo pérfido de esta cuestión es que el fundamento nos es inculcado desde la más tierna infancia: cuando se va a la escuela, no importa si el maestro está equivocado o está incurriendo en algún tipo de abuso sobre el alumno, éste debe callar y “respetar a sus mayores o a su autoridad”; cuando se va creciendo se vuelve más perverso: si el jefe abusa de ti, debes aceptarlo en pro de la conservación de tu trabajo y, por supuesto, del salario que te dará de comer, por lo que los excesos cometidos por los empleadores sobre sus empleados son el pan de cada día; durante cientos de años, si una persona abusaba de ti sexualmente, más pertinente era callar para evitar el escándalo o el descrédito a pesar de ser una víctima; muchos sacerdotes o líderes religiosos han podido abusar de niños y niñas porque gozan de un poder que impide a los inocentes defenderse o siquiera cuestionarlos; incluso en el seno del hogar, los límites del poder están tan definidos que no pueden transgredirse aunque el que lo ostente (una madre o un padre) pudieran estar abusando de sus hijos o entre ellos. La vida cotidiana está plagada de ejemplos en los que la enseñanza social ha sido que existen poderosos que tienen más derecho a la supervivencia (y a la paz) que los “débiles”, por ende, la víctima debe renunciar a su autodefensa en pro de algo más elevado, lo llaman “paz”, pero, así presentado, es una tergiversación: lo que se está haciendo es perpetuar y fortalecer el sistema de abuso y dominación de unos sobre de los otros. Gandhi decía con sabiduría que si se iba por ahí entre “ojo por ojo y diente por diente, nos íbamos a quedar todos ciegos y chimuelos”, sin embargo, ¿debe existir un límite?, ¿cuál es?, ¿hasta cuándo debe ponerse la otra mejilla? No sobra recordar que a él lo mataron con una pistola, como a muchos otros líderes pacifistas. Estas preguntas no muestran que el pacifismo no sea el camino, sino que denotan la complejidad toda vez que la urgencia de estudiar un asunto como este. Los valores de paciencia, comprensión, amor, tolerancia, compasión y perdón son la base para la supervivencia pacífica entre los seres humanos y es preciso insistir en ellos, empero, ¿qué pasa con las experiencias críticas? Es terrible que existan coyunturas en las que si la víctima no mata al victimario este la matará; o situaciones en las que, si esta no lo hiere con fuerza, este seguirá aprovechándose, por ejemplo, sexualmente. Más todavía, la historia ha demostrado que si los pueblos no se defienden por la vía armada cuando intentan conquistarlos, subyugarlos, explotarlos o dominarlos de la misma forma, serán irremediablemente aplastados y aniquilados. Entonces, ¿tanto los individuos como las naciones, tenemos derecho a la autodefensa en las proporciones requeridas por las circunstancias para la supervivencia y autodeterminación?
De ninguna manera debe interpretarse que la discusión previa es una defensa de la guerra, mucho menos de la violencia. Como se dijo en “Guerra necesaria”, la guerra y la violencia son como los accidentes, de haber sincera voluntad en todos los implicados, se pueden evitar en la mayoría de las veces; pero existe un porcentaje en el que no solo no se pueden eludir sino que se presentan como el recurso imprescindible para protegerse y sobrevivir.
Así, lo anterior ha sido un intento por promover el pensamiento crítico sobre el sentimentalismo y el simplismo empedernido para observar que existen situaciones que no pueden reducirse a la propaganda y la manipulación, si bien estos siempre han jugado un macabro papel en nuestras vidas. Con todo, mientras sigamos en una doctrina política, económica y religiosa de dominación que favorece a “los poderosos” por encima de “los débiles”, la guerra seguirá siendo una imperiosa calamidad. Trabajemos pues para que, aun a cuenta gotas, seamos partícipes del desmantelamiento del régimen que pretende aplastar el derecho a la pluralidad, la autodeterminación y la autodefensa bajo la consigna de que todos merecemos una existencia libre y soberana.
Te digo que lo compartiré lo que pueda!! muy buena escritora y excelentes artículos
Es una pena que estos temas no se toquen a lo grande como deberían o que tengan tan pocas vistas en comparación con lo popular. Felicidades por tocar un tema sensible que todos deberíamos aprender, reflexionar y aplicar a nuestras vidas.